Las personas discapacitados: a pesar de nuestras deficiencias tenemos el mismo derecho que el resto de la gente pues nunca el derecho a una vida como desarrollo digno puede ser perjudicado por ninguna deformación de nacimiento o sobrevenidas.
Y este reconocimiento es un paso muy importante en el desarrollo social de cuantos sufren tales minusvalías o deficiencias , pues con la evolución de la sociedad hacia unos derechos más compartidos y exigibles se va perfeccionados en el sistema de reconocer que las personas minusválidas se define por sí mismo como un ser con los mismos derechos que los demás y como obligación de parte del gobierno de reconocer y hacer valer tal situación.
La propia evaluación de la sociedad familiar lleva a no hacer ocultación de tales situaciones, pues dentro de este ámbito de desarrollo social ya no se estila el no hablar de las personas que siendo cómo vamos dicho antes disminuidas o discapacitados, si no que se busca el efecto contrario, la plena integración, como personas, o de quién sufre tan minusválidas con discapacidad.
En consecuencia de lo anterior la sociedad debe entender un doble efecto:
1) Que los componentes de la vida social deben vernos como seres tan iguales como ellos. Si que la mente de nadie pueda pasar en el que los minusválidos sean inútiles o inclusive, que se nos mire con lástima o reparo (o como ¡bichos raros!). Deben entender las personas que nos rodean que la mente, en muchos de los supuestos casos de minusvalías, no está afectada sino al contrario ¡está dotada!, por la situación física del disminuido de una perfección y análisis que normalmente se escapan al resto de las personas. La naturaleza es muy sabia y siempre busca el equilibrio y la compensación entre los elementos, tanto físicos como mentales, de la persona o ser.
2) Que el gobierno, como ejecutor de la vida social y regulador de su desarrollo, debe velar con un muy especial cuidado y tutela del que, reconocidos nuestros derechos a ser tan sociales como los demás, se nos pongan los elementos necesarios y tal fin y por ello, como ejemplo de los más sencillo, no tienen sentido que entrados en el siglo XXI siga habiendo dificultades de integración social, tan fáciles de solucionar como la posibilidad de acceso a los edificios con más de 10 años de construcción o la no existencia de rampas dentro de las aceras y calles en Madrid.
Si este simple ejemplo de movilidad, de fácil solución a un no lo está, ello representa que el camino a recorrer para que tengamos una comunicación más fluida con el resto de la sociedad está casi en pañales. Hay que comunicarse, las autoridades tienen aún mucho camino por recorrer.
¡A conseguirlo!
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